LA SALUD MENTAL Y SUS MONSTRUOS

Este 10 de octubre se celebró el día mundial de la salud mental. Por ello es oportuno hacer una reflexión sobre este componente fundamental de la salud, más aún en este momento de pandemia cuanto esta se ha visto gravemente afectada. Pero también se ha podido hablar un poco más de ella dejando atrás ese estigma que la mantiene a veces como un tema que produce vergüenza. Está quedando un poco más claro que prestarle atención es más importante de lo que siempre se ha pensado.
Para ello es preciso tener en cuenta que la salud tiene varios componentes, que van más allá de la salud física y estos pueden ser la salud mental e incluso la salud social. Es así que no podemos hablar de salud plena si todos los componentes no están atendidos y estables. No solo las heridas físicas nos revelan daños severos, ya que a veces las heridas del alma son más difíciles de atender. Y en este caso la salud del alma es un componente tan importante que hasta puede ser la razón de la presencia de enfermedad física.
Por otro lado, también es importante que la ciudadanía pueda tener un conocimiento pleno sobre el tema y se deje de utilizar los conceptos de “enfermo mental” o más expresamente el de “loco” para dar ofender a personas o para describir a otras con comportamientos que no son socialmente aceptados. Se ha llegado a utilizar estos adjetivos para nombrar a personas que delinquen y cometen actos aberrantes, lo cual es un grave error. Ya que el hacer esas afirmaciones ha sido tan negativo que se considera que quienes cometen actos delictivos lo hacen, porque no se encuentran en el pleno uso de sus facultades. Cuando la mayoría de veces estas personas cometen sus delitos con la plena y expresa decisión de cometerlos.
Hay también una particularidad muy importante en la cual el concepto de la salud mental es desvirtuado y es cuando se le relaciona con los hombres que ejercen violencia contra las mujeres. Cuando la razón de esta violencia es el machismo, que es un elemento cultural instalado en nuestra sociedad y que le hace creer a los hombres que las mujeres somos objetos que les pertenecen a los cuales puede dañar sin ninguna consecuencia. Por eso creer que la solución a este problema de la violencia machista es terapia psicológica es un grave error. Pero además es peligrosa, porque no advertimos las verdaderas causas y se expone a las mujeres a hombres que luego podrían asesinarlas, creyendo que la terapia arreglará sus conflictos de pareja. La causa de la violencia hacia la mujer no es una enfermedad mental, es la falta de enfoque de género y la salida es la educación para evitarla, y la sanción a los violentos para frenar los feminicidios.
En ese contexto no es posible que se atribuya a los pacientes que sufren enfermedades mentales los actos aberrantes de delincuentes y asesinos, que en la mayoría de los casos cometen esos delitos en el pleno uso de sus facultades y bajo su expresa decisión. Mientras que las personas que sufren una situación que afecta su salud mental no son los responsables de los actos delictivos que la sociedad les ha atribuido durante siglos. Además, resulta peligroso hacer esa afirmación así, porque al considerar que quien comete un crimen es un paciente con alguna dolencia psicológica o psiquiátrica, le estamos dando la categoría de inimputable a un delincuente. Es decir que esta persona podría quedar perdonado y de esta manera no se le aplica la sanción legal que merece, lo cual pone en riesgo a más potenciales víctimas de su criminalidad.
Hablar de la salud mental es tan complejo y diverso que requiere de mucha más atención de la que el Estado le presta. Es preciso hablar de ella en este momento, ya que esta grave crisis ha originado situaciones diversas. El encierro, el miedo al contagio, las pérdidas de seres queridos, las crisis económicas y muchas otras situaciones han puesto en el debate ciudadano su importancia. Y en ese sentido, queda pendiente un importante debate ¿Cuál será el impacto de las medidas sanitarias para evitar el contagio en la salud mental de las personas? Sobre todo, de adultos mayores, niños y adolescentes, que han sido los que más restricciones han tenido durante estos casi dos años de crisis mundial. ¿Hemos protegido su salud encerrándolos para evitar el contagio? Ese es el dilema que tenemos que enfrentar ahora.