COLUMNISTA JHONATAN SLYTER :»EL GOL QUE SEPULTÓ AL FUJIMORISMO»

EL AUTOGOL FUJIMORISTA
En un país eminentemente guiado por las pasiones que desata el deporte rey, no era difícil predecir que algo así pudiese ocurrir. Y es que, como se ha analizado en repetidas oportunidades, la población está acostumbrada a decidir su voto a “hora peruana” (a última hora). En este sentido, el partido Perú – Colombia, ha desatado una corriente de críticas, que han sobresalido en las redes sociales. Los más de los espectadores, tomaron la derrota de la blanquirroja, como una afrenta enfermiza a la camiseta, algo cercano a alta traición. Y así, la política se había encaramado en la pasión futbolera, con la consigna “Esta Selección ya no me representa”.
En un hecho, casi sin precedentes, algunos contados jugadores habían declarado semanas antes su preferencia electoral—lo cual no tendría nada de reprochable—si hubiese sido un hecho aislado y sin mucho proselitismo, sin avistamientos de clara propaganda. En un universo paralelo tal vez hubieran derrotado a los cafeteros y las riendas del país hubieran sido naranjas. ¿Quién sabe lo que hubiera ocurrido si las urnas se hubieran abarrotado tras el triunfo de la Selección en contra de los ecuatorianos? No me malentiendan, yo no digo que un partido cambió el rumbo de nuestra Historia, sólo digo que la pudo influir. Lo vuelvo a repetir, en un país que parece congraciarse por el amor a la camiseta, en el que inga, gringa y mandinga se acomodan en un sillón, vitorean al unísono, se abrazan y lloran por noventa y tantos minutos en un día soleado de fútbol de Eliminatorias, en un país así, ninguna promesa vale más que la del cupo mundialista.
Si la metida de pata que sepultó la candidatura de Lourdes Flores Nano fueron los audios del chuponeo en los que se le reconoció soberbia: “La alcaldía me llega al ….” , entonces, la de la Señora K fue lucir la camiseta: lo sagrado es lo más necesario.


EL PROBLEMA DE LA CAPITAL: UNA NACIÓN DIVIDIDA
Hasta pocos días, la ciudad limeña se conmocionaba de manera estrepitosa por los refulgentes y estruendosos relámpagos de la tempestad. Era, para la crédula población capitalina, la borrasca del fin del mundo. Así es, señores, es la Lima amnésica, es la dama apitucada de cristal, la capital impresa por el comediante Jorge Benavides, la de “las viejas de la Molina y los suburbios de Ate”, que se espanta hasta con unos rayos. Y es que, como lo ha señalado Mariátegui en sus Ensayos, no es una capital económica, ni política ni social, ni—mucho menos—cultural, es sólo una capital histórica.
Las improntas, en redes sociales, intituladas con furibunda letra: “Lima no es el Perú”, “Mejor seamos Perú del Sur y Perú del norte”, “Los limeños no sienten lo que sentimos”. Aquella ciudad, en la que la ingente masa surtida por el afán migratorio parecía encarnar el arquetipo arguediano de Todas las sangres, ya no lo es más, ha tornado en una maquinaria de alienación. Entiéndeme, lector, cuando te digo que la capital ha absorbido la mentalidad reinante de aquel provinciano de los pueblos peruanos, la hace añicos y la vuelve contra los suyos. Es aquí donde la herida vuelve a supurar, donde volvemos a Mariátegui y el Gran problema de la Capital: si el Imperio Romano era titánico, lo era en la medida que todos los caminos conducen a Roma. Esta máxima no sólo es el resultado del análisis geográfico, si no que señala que una capital es la que suministra y distribuye el capital económico, político, cultural y social a las regiones.
Sinesio López, en su artículo del diario La República, vanagloria el triunfo de los ninguneados, oprimidos y discriminados. Señala, con cierto acierto, la unión fructífera de las izquierdas, en un hecho casi sin precedentes, y apunta a que esta unión traerá una comunidad política nacional y el reconocimiento unánime de una nación pluricultural. Sin embargo, esto es utópico. Yo soy menos optimista: ya son tres veces, en las que, las garras del fujimorismo han estado a décimas de pasar la valla del 50%. El país está agrietado por una herida mortífera. En verdad se requiere una Gran Reunificación, un proceso de reconciliación, el cuál debe durar más de un gobierno, pero se debe empezar ya mismo. Para ello, hay muchos históricos ejemplos: Pachacútec e hijo conquistando las culturas preincaicas, Gengis Kan unificando todas tribus nómadas del Imperio Mongol, o tomar la vía del perdón engendrada por la reunificación del Nación sudafricana por Nelson Mandela, quien promulgó el perdón a sus carceleros y a los colonizadores que tan crudamente habían impuesto la segregación del Apartheid.


TERRORISMO NARANJA VS IZQUIERDA UNIDA
El fujimorismo es, como lo ha señalado César Hildebrandt, una legión que concentra todo el poder, no admite espacio para la oposición, es por definición un autoritarismo, no escucha y no espera consejos de los diversos sectores. Hasta cuándo van a entender que el fujimorismo no es democracia. Aunque, como lo señalan periodistas de diversos medios de la prensa prostituida de nuestros días—entre ellos, Juliana Oxenford, Keiko ha pedido perdón por los “errores” (como llama a los delitos del régimen fujimorista), por esto, es ridícula la pregunta que la “experta” lacra de la televisión basura, Magaly Medina, quien propala: ¿Por qué achacarle los errores del padre a la hija? Pero habría que cegarse para no ver que aún no se ha desligado de esta casta vil, de esta organización criminal legada por su padre: es la misma mafia heredada por la nueva Patrona.
Este terrorismo de la prensa nacional ha seguido un curso que ha dado batalla hasta el final: sino, recordemos que, el mismo día domingo, antes que cierren las urnas (con intención de disuadir al elector), la mentira de las cédulas falsificadas, anunciada que cometió un personero de Perú Libre, cuando en realidad se aclaró que eran de Fuerza Popular, en la noche. Entre el arsenal de mentiras estaba la subida del dólar, que—ciertamente— se produce en cada elección, por la incertidumbre política. En caso contrario, si las empresas privadas están quitando sus capitales del Perú, esto no es nada más sólo un riesgo, puesto que son empresas privadas extranjeras, sucursales de las transnacionales, no son autóctonas. Se han burlado, por último, del “Basta de pobres en un país rico”, completamente tergiversado por los medios terroristas. No se trata de Robin Hood, que robaba a los ricos para darle a los pobres, no se trata de eliminar ricos, se trata de eliminar pobres. Vea, usted, según una investigación del Boston Consulting Group, en Estados Unidos, cada día hay 1700 nuevos millonarios: han entendido el mensaje. No se trata de hacer pobre al rico, se trata de retribuir la riqueza las Naciones, para todos los que fueron engañados con el cuento de las expropiaciones.
Podría afirmarse, con razón, que los ronderos una vez más acabaron con el terrorismo, con el Terrorismo Naranja, Terrorismo mediático. Sí, como usted lo lee: no fueron los fujimoristas corruptos, ni el asesino de civiles Grupo Colina, ni la DINCOTE y ni el GEIN, quienes acabaron con el terrorismo de Sendero, fueron las rondas de campesinos organizados. Lima se puede seguir burlando de sus costumbres: pero ellos fueron quienes nos libraron de esa amenaza.


LA BANALIDAD DEL MAL VS LAS REDES SOCIALES
Como señala la periodista Rosa María Palacios, la prensa no pone ni saca presidentes. Bien, es la máxima es equivalente a decir “el dinero no compra la felicidad” … Pero, ¡cómo ayuda! ¿Verdad? De similar forma, la prensa nacional se ha vendido al mejor postor. La periodista, además, afirma en su programa “Sin guión”, que los periodistas que trabajan en los diferentes canales, como América Televisión, no hacen más que seguir órdenes de las pesadillas y paranoias de los propietarios. Sin embargo, olvida que, esto, estimado lector, se conoce como la BANALIDAD DE MAL, un concepto acuñado por la filósofa y politóloga Hannah Arendt, para describir la mentalidad del accionar de los agentes nazis que cometieron actos atroces y barbáricos durante el Holocausto de la Segunda Guerra Mundial, y que luego habrían alegado que “sólo recibían órdenes”. Es verdad que la prensa ya no tiene la credibilidad de antes, en el pasado, no teníamos acceso a un cúmulo de información ni—lo que es más importante—a debatir, leer y exponer nuestras ideas y posiciones e interactuar entre nosotros, desde discursos simples y pasionales hasta análisis sistemáticos de la coyuntura política, de forma rauda, a un clic de distancia.
Es por ello que, si el fujimorismo sigue sin alcanzar la banda presidencial, ni con la prensa comprada, ni con todo el aparato mediático (televisión, radio, periódico, etc.), maquinaria tal que antes, sin dudarlo, le habría dado el triunfo aplastante, ni con ello ha logrado sobrepasar la valla, sólo la ha podido empatar, este se debe a que el llamado Cuarto poder se está quedando con menos poder, debido a la influencia de las redes sociales.
En un país en el que no hay otra cosa que ver—en señal abierta, que es a la que tienen acceso la mayoría de estratos—más que “televisión basura” (pues todos los países la tienen, pero también otras opciones en su catálogo televisivo), no es de sorprender que muchos ciudadanos sean incrédulos al cambio, he leído peroratas como la de: “No creo en esas promesas…, para lograr eso tiene que pasar muchos años…”. Y yo te digo, lector, ¿si no comenzamos ahora? ¿Cuándo? Y otros tantos imprecan que NO interesa realmente quién gobierne, pues NO le afecta, que los que votan por la Izquierda son los que creen que el gobierno les solucionará todo. Son los estos predicadores de la banalidad del Gobierno, quienes se quejan porque no les alcanza el sueldo, porque los productos están carísimos, porque el sistema de salud es el peor del mundo.