TOLEDO, EL PECADOR

SU FORMACIÓN

Lo vi dos veces, la primera de lejos, durante la campaña electoral del 2000 en el campus universitario de la UNCP. Yo era un estudiante de Ciencias Sociales. La segunda, en octubre del 2010, en la UPLA, yo era docente universitario. En esta universidad lo nombraron doctor honoris causa. Estaba con su esposa, la doctora Karp. Era muy encorvado, era un nomo. En medio de la multitud que pugnaba por saludarlo en el campus, me dio la mano, o creo que yo se la di a él, logró mirarme a los ojos irguiéndose un poco. Su visita anunciaba una disertación sobre la problemática universitaria, sin embargo, habló durante casi una hora de la dictadura que derrocó en la famosa marcha de los 4 suyos en la que yo fui un extra anónimo. Me pudrió escucharlo hablar por enésima vez del mismo tema, era lo único que repetía, era un viejo caset que se rebobinaba, me aburrió y salí de la biblioteca en la que dio su disertación. ¿Cómo un tipo que había estudiado en la Universidad de San Francisco y que se había graduado hacía 30 años en una ciudad donde estaban Apple, Facebook o IBM podía ser tan chato con su discurso?

Toledo llegó a San Francisco cuando se manhattanizaba, cuando Harvey Milk, poco después, llegó a ser concejal del ayuntamiento de San Francisco.

La Universidad de San Francisco es una universidad privada y jesuita con un distinguido prestigió en ciencias y artes. Toledo estudió una maestría en educación (en 1972) y otra en recursos humanos (en 1974), en Stanford, sin embargo, su discurso me parecía simplón, demasiado sencillo y perfecto en mediocridad. Quizá fue mi complejo de esperar demasiado de lo lejano lo que había hecho que lo viera demasiado grande a él y también al contexto en el que se formó o quizá él nos subestimó demasiado, quizá pensaba que nuestra masa gris era incapaz de analizar un discurso racional por lo que acudió a la descripción de lo trillado, de su apogeo de político. Fue una decepción para mí, a pesar que 53% del Perú lo hizo Presidente, incluidos algunos ladinos que me está leyendo y yo.

En 1974, Toledo se desempeñó como consultor en el Stanford Research Institute (SRI), una empresa que hace investigaciones para los Estados Unidos, misma en la que la CIA patrocinaba investigaciones psíquicas. Al año siguiente, 1975, se mudó a París, donde fue investigador principal de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), un organismo internacional donde le enseñaron que el crecimiento económico y la macroeconomía, bien cuidadita, generan desarrollo. Preparadito, el economista volvió al Perú a servir a Morales Bermúdez, el golpista traidor de Velasco Alvarado, en instituciones como como el BCR o el Ministerio de Trabajo. El sucesor de Velasco promulgó paquetes económicos que implicaban medidas de austeridad y reducción de consumo para afrontar las obligaciones fiscales y cerrar brechas financieras como dice Parodi, citado por Antonio Zapata en Lucha Política y Crisis Social. Toledo seguía aprendiendo a cuidar la macroeconomía, la parte de la economía que pulidita le da paz a quienes más tienen.

En 1978 fue consultor del Banco Interamericano de Desarrollo en Washington D. C. y profesor asociado de Economía en la American University. Al siguiente año, trabajó como economista principal de Recursos Humanos en el Banco Mundial, uno de los entes financieros que respaldan políticas y normativas que protegen el flujo libre del capital y el cobro de deudas en el mundo (Peter Philips, Mega Capitalistas, 2018). A sus casi 35 años había llegado a la cima de la burocracia internacional. Volvió nuevamente al Perú y fue profesor en la Universidad de Ingeniería entre 1979-1981 en la facultad de Ingeniería Industrial. Académicamente pertenecía a lo sumo en el Perú. De 1983 a 1985 brindó asesoría técnica al Poder Ejecutivo y desde 1986 enseñó en la Escuela de Administración de Negocios para Graduados (ESAN), siendo Director de la misma. En 1989 viajó a Nueva York y fue líder de la misión del PNUD y de la OIT para la evaluación del «Impacto de las Políticas Macroeconómicas sobre el Crecimiento, Empleo y Salarios» en seis países de América Central.  A sus casí 43 años, su cerebro empezaba a cristalizarse con tinte macroeconómico.

Desde 1991 hasta 1994 fue miembro del Instituto para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard (una de las universidades en la que estudia la élite de Estados Unidos). En 1997 aportó en la creación del Informe de Competitividad Global de 1997 (un referente de los gobiernos del mundo para crear políticas públicas). Fue parte de grupos académicos que en 1998 estudió la crisis financiera asiática. Aprendió de Arnold Carl Harberger, asesor de Pinochet, e integrante de la famosa Escuela de Chicago que en Chile mató a Salvador Allende. Se desempeñó como profesor visitante en la Universidad de Waseda en Tokio, una de las más importantes formadoras de oficinistas en Japón. En 1993 regresó a la Universidad de Stanford (proveedora de científicos a Silicon Valley, alma mater de 30 milmillonarios como Carlos Slim y Warren Buffett y cientos de congresistas de USA, es el vivero político de Estados Unidos) para culminar un doctorado en Economía de los Recursos Humanos.

No podía creer que alguien que había enseñado en la Universidad de Waseda, una de las más importantes de Japón, tuviera un discurso tan chato, mezquino y desubicado. Toledo fue Presidente del Perú.

SU GOBIERNO

Alberto Fujimori ejerció una dictadura de casi una década que excluyó tanto a la derecha con poses de decente como a la izquierda intransigente con el libre mercado. La derecha peruana con poses de decente se hastió de la omnipotencia del peruano – japonés, mientras que la izquierda peruana añoraba a alguien que defenestrara al dictador. Ambos requerimientos las cumplía Toledo. “El cholo sagrado” se convirtió en el continuador de las reformas neoliberales necesarias de segunda generación de la derecha y en la esperanza de los pobres de tez como la de él, pero también en el reivindicador de la siempre ilusa clase media.   El Perú lo hizo presidente el año 2001 después de la épica marcha de los 4 suyos en la que fui un actor de reparto.

Fujimori le había dejado a Toledo un país con desigualdad social (54% de pobreza y 24% de extrema pobreza). Eliminar la pobreza y las desigualdades para evitar peligrar el sistema capitalista, en consecuencia, era el reto de Toledo y la pauta se la dieron los organismos internacionales en las que pululó y los enfoques de moda (las reformas neoliberales de segunda generación y la corriente neoinstitucional que le decían que la solución estaba en las reformas supraestructurales). Así su fórmula fue el chorreo, una emulación de lo que había hecho en Argentina Domingo Felipe Cavallo aplicando la teoría del derrame de John Williamson y que consistía en proteger en primera instancia la macroeconomía de los pocos (el crecimiento económico) y, ya después, como consecuencia de ello, la microeconomía de los muchos (de este modo, sus políticas fueron aplaudidas en los foros internacionales, pero sufridas hasta en los poros de los nacionales).

Para proteger la macroeconomía, sus políticas públicas procuraron reformas en los sectores tributario, financiero y comercial (tratados de libre comercio con Estados Unidos, China y Tailandia, exportando páprica, uvas y paltas), reformas en el Estado (para hacerlo eficiente) de la que fue parte la descentralización (propulsó la regionalización política dizque para fomentar la participación ciudadana, aunque, más honestamente, para evitar la agudización de las contradicciones sociales. A las regiones, sin embargo, no las dotó de recursos económicos suficientes), reformas en el Poder Judicial (aumentando remuneraciones a los jueces supremos) y lucha contra la corrupción (para tener estabilidad jurídica). Por otro lado, la microeconomía, trató de absorber el chorreo a través de la adopción de medidas de cuidado del medio ambiente, de lucha contra la minería ilegal, del acceso a servicios públicos e implementación de programas sociales (Techo Propio, Mi Vivienda, el Plan Huascarán o A Trabajar). El chorreo, no obstante, nunca llegó a todos, pese a que desde la última década del siglo pasado el boom de los comodities mantuvo estable la macroeconomía del país. Así, estallaron el “arequipazo”, el “andahuaylazo” y el “juliacazo”.

SU CAÍDA

Luego de ser Presidente, Toledo alternó su vida entre la conducción de la ONG que fundó, la Centro Global para el Desarrollo y la Democracia (creada el 2006), y su vida de docente (profesor visitante en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados en Política Exterior y Economía Global y Desarrollo de la Universidad Jonhs Hopkins, la institución que más invertía en investigación en el orbe en las últimas décadas; docente de Política Exterior en la Brookings Institution, cantera del Partido Demócrata; miembro distinguido, residente, del Centro de Estudios Avanzados y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Stanford; entre otros). Escribió un libro titulado La Sociedad Compartida. Una Visión para el Futuro Global de América Latina. Su vida fue probablemente más confortable que antes, y, acaso, también, apetecible para cualquier político o académico: compartía experiencias con ex presidentes del planeta, daba conferencias de inclusión y democracia en diversos países del mundo, en la India fue premiado por el implemento de sus políticas sociales. Aun así, ninguno de estos laureles le sirvió para ser gargajeado por la nación del norte que lo formó, Estados Unidos, y por el modelo que defendió, el neoliberalismo.

Y es que ocurre que uno de los pilares que genera desarrollo en el pensamiento liberal y neoliberal, en la economía social de mercado, es la libre competencia. La libre competencia entre capitales es sacra en este régimen, no se acepta ni el más mínimo rasguño de este principio, si alguien lo vulnera, es expectorado del sistema, así hayas estudiado en Stanford o hayas sido conferencista en el orbe. Toledo no entendió esto y creyó que su “pecadillo” con Odebrecht sería anodino para sus formadores.

Cuenta la historia real, no la que nos enseñan en secundaria, que Brasil con sus estrategas militares ya desde la década siete del siglo pasado avizoraba su expansión geopolítica en Sudamérica y la construcción de carreteras que lo llevaran al Pacífico para salir al Asia atravesando la Amazonía y el ande peruanos eran vitales, sin embargo, su iniciativa no encontraba consortes en el Perú, pues los gobernantes peruanos andaban alineados con los Estados Unidos y con la vieja idea que la integración debería hacerse de norte a sur, a través de la carretera panamericana que atravesaba toda América desde antaño y no de oeste a este como eran los ideales de Cardoso o Lula. Sin embargo, un “pecadillo” de Toledo cambiaría esta situación, un “pecadillo” que lo pondría al nivel de sus amigos mil millonarios de California. Un “pecadillo” llamado Odebrecht.

En el Perú, los procesos electorales son un negocio, se rigen también por “las leyes del mercado”. Normalmente ganan las elecciones los grupos políticos que más invierten monetariamente, sea su candidato un bruto o un prontuariado. El académico Toledo lo sabía y quizá por eso su campaña electoral fue financiada por Odebrecht. En el 2005 su gobierno ya casi fenecía, había que recuperar lo invertido.

La política expansionista de Brasil tenía como aliada a empresas constructoras, entre ellas Odebrecht, un conglomerado ingenieril que no dudaba en coimear a funcionarios públicos para ganar licitaciones, vulnerando “la libre competencia”, el sacro principio económico, que la economía social de mercado considera genera desarrollo. Así, según Francisco Durand, Odebrecht, a través de su representante Jorge Barata, y Alejandro Toledo, a través de su testaferro Joseph Maiman, concertaron una coima por más de 20 millones de dólares para que Odebrecht ganara la licitación de IIRSA SUR. Así, a pesar de que la Contraloría General de la República le había advertido al Presidente de que Odebrecht no podía contratar con el Estado, Toledo hizo que su bancada impulsara una lobista ley, la Ley N° 28670, una ridícula norma que empezaba con la frase “declarar de interés nacional…” (como hoy también han aprendido a hacerlo alcaldes y gobernadores regionales para lornear la planificación estratégica y el presupuesto para favorecer a sus financistas de campaña) la cual hacía estéril las observaciones de la Contraloría. Con ello Toledo les dio la buena pro de la licitación de los tramos 2 y 3 de IIRSA SUR a Odebrecht. La IIRSA SUR fue diseñada sin estudios técnicos de geología e ingeniería y ejecutada sin supervisión y sin tener en cuenta su impacto ambiental y social.

Con esto Toledo vulneró la canonizada libre competencia y se hizo un hereje, un satán, un lucifer de la ética neoliberal. La derecha peruana lo fagocitó y el sistema neoliberal lo extirpó. Las cámaras de la prensa de los grupos de poder y sus cajas de resonancia en provincias han lapidado al judas de la ética del libre mercado, aunque no a los empresarios. Éstos no ha sido villanos, Odebrecht fue un lunar en el epitelio blanco del mercado, nada más. Y los que le dieron crédito a Toledo para comprar sus casas sabiendo que no tenía el financiamiento simplemente no existen en el radar de la lucha anticorrupción.