HABLEMOS DE LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE

La posibilidad de una Asamblea Constituyente es un tema latente en este gobierno y motivo de mucha confrontación incluso dentro del mismo equipo de gobierno. Pero como ciudadanía es importante que este tema pueda ser analizado desde la perspectiva de quienes vivimos o, mejor dicho, sobrevivimos a pesar de leyes que nos son adversas. En ese sentido, es necesario que se tenga en cuenta que la Constitución Política del 93 fue elaborada por un gobierno corrupto, que cometió delitos de lesa humanidad y, además dentro de una serie de irregularidades. Por ello es fundamental analizar estos detalles para tomar la decisión sobre la necesidad de avanzar o no hacia una nueva Constitución.


Sin necesidad de ser una persona experta ni constitucionalista, hagamos un esfuerzo de realizar un sencillo análisis con sucesos evidentes que estamos viviendo en el día a día. El primero y más importante es la inestabilidad política que afecta de manera contundente en la vida de las personas, como claramente lo hemos podido observar durante este último periodo. La facilidad con la que se puede vacar a un presidente y cerrar el Congreso, aunque se lo merezcan y lo necesitemos, nos ha llevado a tener gobiernos que no puedan implementar políticas de Estado y se mantengan trabajando a la defensiva sin poder implementar los planes de gobierno. Al margen de la clara corrupción que los gobernantes vacados y los representantes del Congreso demostraron ampliamente, no es posible que esto sea el día a día del ejercicio político. Tal y como lo vemos ahora, con un gobierno que vive amenazado con la vacancia desde antes de haber tomado el mando del país.

Y si tal vez esta situación no es muy evidente para la ciudadanía, creo que hay un hecho contundente sobre el que nadie ha sido ajeno durante el año 2020. El acceso a la salud ha sido durante esta pandemia identificada como un privilegio y no como un derecho. Hemos visto como familiares y amigos han fallecido no necesariamente por la letalidad del virus, sino por la falta de posibilidades de contar con una atención médica. Vimos las inmensas colas en comercios de oxígeno que se administraban a los pacientes sin ninguna indicación médica y solo con la buena voluntad de sus seres queridos, ante la desesperación por salvar sus vidas. Mientras por el otro lado se veía al personal de salud que se contagiaba y moría dentro de un sistema que se caía a pedazos. Todo ello mientras las autoridades se vacunaban clandestinamente con insumos de un estudio científico que se supone que generaría información para salvarnos la vida.


Por otro lado, es innegable como la crisis económica afectó incluso al más fuerte y poderoso, desde luego con mayor fuerza a los pobres, a quienes se llevó sin compasión. La inestabilidad laboral permitió que se apliquen medidas crueles como la suspensión perfecta, vulnerando derechos laborales con total impunidad. Pero sobre todo las restricciones impuestas para evitar los contagios afectaron a más del 75% de la población que vive del comercio diario y que no tuvo ningún sistema de apoyo para llevar comida a sus familias. Salvo unas canastas de víveres que nunca llegaron a los hogares necesitados, porque fueron repartidas entre las familias de las autoridades locales sin ningún reparo ni solidaridad alguna. Tal vez el hambre mató más que el virus.
Vemos también como desde antes de la pandemia miles de mujeres sufren violencia dentro de sus hogares, como son desaparecidas y asesinadas por sus parejas en espacios en donde se suponen se encuentran seguras. Las estadísticas anuales nos dan cifras de niñas y adolescentes embarazadas y nadie se cuestiona cómo es posible que esto suceda. Mientras en las familias se calla y muy pocas veces se denuncia la pedofilia de los hombres de esas familias que viven con estas desgarradoras vidas como si de algo normal se tratara. Todo ello en un país en cuya Constitución Política solo se menciona a la mujer en el caso sea madre o esposa.


Esta demás decir que la educación es solo un privilegio de algunos pocos, porque incluso dentro de quienes tienen acceso a la educación, solo los que acceden al sistema privado gozan de este derecho a plenitud, mientras los que acceden a la educación pública deben luchar día a día en contra del sistema para ser la excepción y no la regla. Cómo puede un estudiante aprovechar de lo maravilloso que es adquirir conocimientos, habilidades y soñar libremente, si debe sobrellevar la anemia, el hambre, la violencia, el peligro, y el trabajo infantil. Eso solo puede suceder en una sociedad que quiere de manera deliberada que la mayoría de su población viva en la oscuridad y que el conocimiento le sea lejano. Para que los pequeños grupos de poder puedan seguir alimentando sus riquezas, teniendo mano de obra barata o gratuita, leyes que les favorecen y ponen todo a su favor. Mientras para ello solo deben dar contribuciones generosas a las autoridades de turno o volverse una de ellas.


¿Es posible acaso que sea la ciudadanía con derechos negados quienes se oponga a cambiar estas circunstancias? Parece que sí, porque que los gobiernos corruptos hicieron un buen trabajo cegando los ojos a las generaciones que hoy son ciudadanos adultos. Pero esto puede y debe de cambiar. Hablemos de la Asamblea Constituyente, iniciemos un debate desde la ciudadanía, desde nuestros espacios, desde nuestra realidad. Somos más y ningún poder es absoluto cuando la ciudadanía se organiza. ¿Cuántos muertos más debemos contar? Hablemos del cambio, hablemos de bienestar, hablemos de derechos, hablemos de felicidad.